Hogwarts Merodeador
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Hogwarts Merodeador

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 "Tiempo lleno de leyendas, ¿leyendas llenas de tiempo?"

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Mafalda Prewett

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MensajeTema: "Tiempo lleno de leyendas, ¿leyendas llenas de tiempo?"   "Tiempo lleno de leyendas, ¿leyendas llenas de tiempo?" Icon_minitimeDom Ago 23, 2009 9:52 am

Hola. Mientras estaba aburrida en mi habitación viendo como las agujas del reloj se iban moviendo, se me ocurrió la temática principal de esta historia. Antes de que lo leáis, os aclaro que se supone que esta historia se desarrolla al mismo tiempo que el sexto libro de la saga de Harry Potter, es decir, que dos de las chicas tienen dieciséis años, y las otras dos tienen quince. Espero que os guste y que me dejéis posts, sea cual sea vuestra opinión.

Disclaimer: Muchos de los personajes y lugares pertenecen a J.K.Rowling (existen excepciones).

Capítulo 1:

Era una tarde calurosa de primeros de septiembre. Cuatro amigas recorrían los terrenos de Hogwarts charlando animadamente.

- ¿Visteis cómo acabó? – iba diciendo una de las chicas mientras reía. – Ha sido genial. Eres increíble, Ginny.

La pelirroja que iba delante se volvió.

- No podía quedarme quieta.

- No hace falta que lo digas, lo hemos comprobado. – dijo otra de las chicas.

- No sé a vosotras, pero a mí el chico me ha dado un poco de pena. – confesó una rubia.

Las otras tres chicas miraron a la rubia con incredulidad.

- ¿Pena? – repitió una castaña y miró a una de sus amigas. – Hermione, ¿has oído lo mismo que yo?

- Pero Luna, si ha sido él quien se lo ha buscado por meterse con Ron. – le dijo Hermione a la rubia.

- Pero él no sabía que Ron es hermano de Ginny. Si lo hubiera sabido, estoy segura de que no hubiera dicho todo eso.

- Tienes que reconocer que Luna tiene razón en eso, Hermione. – dijo la castaña sonriendo. – Si lo hubiera sabido se habría callado, aunque solamente fuera para que Ginny no le echara una maldición de mocomurciélagos.

- Lo supiera o no, había insultado a mi hermano delante de mí.

- Sé que te lo llevo diciendo todo el camino, pero eres increíble, Ginny. – repitió la castaña riendo. – Por cierto, ¿no nos vas a decir qué hechizo era ése?

- Ya lo sabéis. Ha sido una maldición de mocomurciélagos. – dijo Ginny.

La castaña abrió mucho los ojos.

- ¡No puede ser! La maldición de mocomurciélagos no tiene ese efecto.

Ginny se encogió de hombros.

- Yo he pensado lo mismo, pero le he echado los mocomurciélagos.

- Es imposible que no te haya salido bien la maldición. Los mocomurciélagos son tu especialidad. – dijo la castaña pensativa.

- Esto… chicas, si no nos damos prisa para encontrar las flores para Hagrid, no llegaremos para la cena. – dijo Hermione rápidamente y echó a andar.

La castaña miró a Hermione varios segundos y entornó los ojos con una sospecha. Fue corriendo hacia ella y se puso delante de su amiga para detenerla.

- Hermione…

- ¿Qué pasa, Laura? – dijo Hermione sin mirarla a los ojos.

Laura se cruzó de brazos.

- ¿Hay algo que no me hayas contado?

- ¿Por qué lo dices? – le preguntó Hermione aún sin mirar a los ojos a su amiga.

- Lo que le ha pasado al chico parecía el efecto que produce la mezcla de dos hechizos.

- Ajá, ¿y?

- ¿Ocurre algo? – preguntó Ginny cuando las hubo alcanzado junto con Luna.

Laura descruzó los brazos.

- Bah, tonterías mías.

Hermione le dirigió a Laura una mirada de agradecimiento.

- Entonces será mejor que sigamos. – dijo Ginny.

Las cuatro chicas siguieron caminando hacia el bosque. Un rato antes, Hagrid las había pedido que le trajeran unas flores pequeñas, moradas y con espinas para alimentar a otra de sus criaturas. A las chicas no las hacía mucha gracia entrar en el bosque sin la compañía de un adulto, y si habían aceptado era por la amistad que le tenían al semigigante.

En cuanto entraron en el bosque, todo se quedó en silencio. Ya no se oía el canto de los pájaros ni el ruido del agua del lago. Las chicas siguieron un estrecho sendero mirando lo más lejos que podían para intentar encontrar la planta que Hagrid las había descrito.

Después de un tiempo, Laura distinguió unas pequeñas flores moradas que habían crecido pegadas a las raíces de un árbol. Se salió del sendero y fue hacia las flores. Sonrió con alivio cuando vio que ésas eran las flores que quería Hagrid.

- Chicas, ya las he…

No llegó a terminar la frase. Un rayo negro la cegó durante unos segundos. Laura sacudió la cabeza y cuando volvió a ver, miró lo más lejos que pudo, intentando encontrar el origen de ese rayo, y pronto encontró lo que buscaba. Detrás de unos arbustos, alcanzó a distinguir algo negro que emitía destellos.

- ¡Qué bien! ¡Ya las encontramos! – dijo Ginny, quien acababa de llegar al lado de Laura. - ¿Tienes la navaja, Laura?

Sin siquiera mirar a Ginny, Laura empezó a andar hacia los destellos que desprendía la negrura.

- ¿Adónde vas, Laura? – le preguntó Luna.

Laura se volvió hacia sus amigas.

- Hay algo ahí. – dijo señalando los arbustos hacia los que iba.

- Vuelve aquí, Laura. – le dijo Hermione. – Tenemos que volver al castillo.

- Pero ahí hay algo, Hermione.

- Precisamente por eso lo digo. El bosque está lleno de peligros. Será mejor que volvamos ya.

Sin hacer caso a su amiga, Laura siguió acercándose a los arbustos y los apartó al llegar a ellos. Abrió mucho los ojos por la sorpresa; no sabía qué había esperado, pero con seguridad no era lo que había. Podría haberse definido como un claro del bosque si no fuera porque en vez de hierba se extendía un suelo de piedra. Más concretamente, era un enorme círculo de piedra. En el centro del círculo había una escalera también de piedra que llevaba hasta un viejo arco con un velo blanco.

- Laura, tenemos que volver al…

Ginny acababa de llegar al lado de su amiga y se quedó con la boca abierta mirando el espectáculo; el velo blanco ondeaba como movido por el viento, a pesar de que no había ni una ligera brisa. Cada vez que se movía, dejaba escapar rayos negros en todas direcciones. Cuanto más tiempo llevaba contemplándolo, más lejos se sentía Laura de dónde realmente estaban. Era como si el viejo arco la atrajera. A sus oídos llegaban leves susurros que iban aumentando de volumen a medida que pasaba el tiempo.

- ¡Volved al bosque!

Laura sacudió la cabeza. El grito de Luna la había sacado del efecto al que había estado sometida. Por la confusión que tenían Ginny y Hermione, ellas habían sentido más o menos lo mismo que ella. Sin embargo, parecía que a Luna no le había afectado.

- ¿No has sentido nada raro, Luna?

Luna sonrió y señaló uno de los collares que llevaba.

- Además de servir como alimento, la piel de los plimpys de agua dulce posee cierta magia que te protege de los pensamientos que estén inducidos por un objeto.

- Será mejor que nos vayamos de aquí. – dijo Hermione sin ocultar su nerviosismo.

Laura volvió a mirar el arco sin poder evitar sentir cierta curiosidad. Ese arco la recordaba…

- Iros vosotras, pero yo me quedo.

- ¡Ni hablar! Laura, tú también vuelves con nosotras. – dijo Hermione rápidamente.

- ¡No lo entiendes, Hermione! He visto ese arco antes.

Hermione suspiró.

- Es igual al arco del Departamento de Misterios, el arco que se llevó a…

- No, Hermione.

Hermione la miró con extrañeza.

- Te digo que es igual al…

- Puede que sea igual, pero sé que no es por eso por lo que me parece familiar. No me preguntes cómo lo sé, el caso es que lo sé.

Laura se metió dentro del círculo de piedra yendo hacia el arco. En cuanto puso los pies en el círculo de piedra, sintió una sensación extraña. Era como si sus pensamientos conscientes se fueran evaporando, como si flotara. Subió lentamente la escalera sin poder dejar de mirar el velo blanco.

Cuando llegó a la parte superior, sintió como alguien la agarraba el brazo. Se giró con el corazón acelerado, pero se relajó al ver a Luna. Hermione y Ginny estaban detrás de ella. Al parecer, habían entrado a buscarla, pero las dos últimas parecía que no podían articular ni una sola palabra. Hasta Luna parecía estar empezando a ceder a las sensaciones que daba el arco.

- No creo que sea buena idea que estemos aquí.

Laura soltó todo el aire que había retenido. La frase de Luna parecía haber roto un poco el encantamiento del lugar. Al menos ahora sentía que podía hablar.

- Ya os he dicho que os vayáis, pero yo me quedo.

- Todas nos iremos. – dijo Hermione, que parecía que también había recuperado el habla.

- ¿Por qué te atrae tanto el arco, Laura?

Laura miró a Luna a los ojos. No podía explicarlo, pero cuando miraba el arco, sentía que tenía que acercarse, tocarlo y dejar que ocurriera lo que tuviera que ocurrir.

- No sé por qué, pero sé que tengo que acercarme, y eso es lo que voy a hacer.

No dejó de mirar a Luna a los ojos, y Luna la sostuvo la mirada. Debió de ver la determinación que tenía Laura a no irse de allí, porque la cogió de la mano.

- En ese caso, yo también me quedo.

- ¿Estáis locas?

Hermione parecía al borde de la histeria.

- Si vosotras os quedáis, yo también. – dijo Ginny después de un silencio de varios segundos.

- ¿Qué? - Hermione se giró hacia Ginny con los ojos desorbitados. – Nadie se va a quedar aquí.

- Entonces yo soy nadie. - dijo Laura volviendo a mirar el arco.

- Luna y yo también somos nadie en ese caso. – dijo Ginny terminando de subir la escalera y poniéndose al lado de Laura.

Hermione rodó los ojos.

- Está bien, yo también me quedo.

Laura se volvió de nuevo hacia el arco y dio los últimos pasos hasta quedar a solo unos centímetros de éste. Podía sentir algo invisible que no era viento que la rozaba la cara, algo caliente que se le extendía desde la cara hacia el resto del cuerpo.

Dio el último paso llegando a rozar el velo blanco. Al principio, creía que no iba a pasar nada; seguía en el mismo sitio y seguía notando la mano de Luna. Pero de pronto, sintió como sus pies ya no tocaban el suelo de piedra. Una niebla negra, caliente y espesa la cubrió. Sentía como si la absorbiera un remolino.

Instintivamente, le apretó un poco la mano a Luna, y se relajó un poco al notar como Luna la devolvía el apretón.

Finalmente, los pies de Laura se posaron encima de césped. Por lo inesperado que había sido, sus rodillas se doblaron y cayó al suelo. Luna cayó también a su lado y la soltó la mano.

Laura se puso rápidamente de pie y miró a su alrededor. Hermione y Ginny también habían caído al césped. Al elevar la mirada, Laura se relajó al ver el enorme castillo de Hogwarts, tan imponente como siempre.

Laura suspiró.

- Os juro que hubo un momento en que pensé que el arco nos transportaría a otro lugar, pero parece que seguimos en Hogwarts. Nada ha cambiado.

Aunque según podían comprobar seguían en Hogwarts, Laura no sabía lo equivocada que estaba en cuanto a sus últimas tres palabras.



¿Qué os pareció?

Besos

Laura
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Mafalda Prewett

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MensajeTema: Re: "Tiempo lleno de leyendas, ¿leyendas llenas de tiempo?"   "Tiempo lleno de leyendas, ¿leyendas llenas de tiempo?" Icon_minitimeDom Ago 23, 2009 9:54 am

Aquí os dejo el segundo capítulo.

Disclaimer: Muchos de los personajes y lugares pertenecen a J.K.Rowling (existen excepciones).

Capítulo 2:

- Puesto que ya te saliste con la tuya de acercarte al arco, supongo que ya no pondrás pegas a regresar al castillo.

Laura rodó los ojos.

- Sí, Hermione, regresemos al castillo.

Después de sacudirse el polvo de sus uniformes, las cuatro chicas subieron la empinada escalera de piedra que subía por la colina en dirección al castillo. Hermione iba la primera, dando grandes zancadas, como si tuviera prisa por ir a la biblioteca después de la cena, aún cuando Laura sabía que ésta no era la razón por la que caminaba así. Varios pasos por detrás de ella, Ginny y Luna caminaban lanzándose de vez en cuando silenciosas miradas. Laura iba la última, dando pasos cortos, pensando en el misterioso arco. Hermione tenía razón en que era muy parecido al arco que había en el Departamento de Misterios, el arco que se había llevado al padrino de Harry, pero ella sabía que no era esa la razón por la que le parecía familiar. Ese círculo de piedra… esos destellos negros… ese velo blanco… sabía que había visto ese misterioso arco mucho antes de esa tarde, mucho antes de la muerte del padrino de Harry.

Cuando se quiso dar cuenta, ya estaban en el vestíbulo del castillo. Alguien pasó como una exhalación por su lado y la empujó.

- ¡Eh! ¡Ve con más cuidado si no quieres que…!

Hermione puso los brazos en jarra mientras miraba con mala cara al chico. Pero, de pronto, Hermione abandonó la expresión de enfado para sustituirla por una de incredulidad, y no fue la única. Ginny y Luna tenían los ojos tan abiertos que parecía que se les iban a salir de las órbitas. Sin comprender por qué sus amigas estaban tan sorprendidas, Laura miró al chico.

Al instante se quedó tan abrumada como sus amigas. ¡No podía ser! Era prácticamente igual a… lo que podría significar que…

El chico, moreno y de pelo grasiento, le dirigió una mirada furibunda a Hermione, quien estaba entre él y la escalinata de mármol.

- Apártate de mi camino.

Hermione le miró con los ojos muy abiertos. En todo lo que Laura podía recordar, solamente Malfoy la había hablado así.

- ¿Qué crees que estás haciendo, Quejicus?

Laura se giró y vio a tres chicos que acababan de salir del Gran Comedor. Si antes se había quedado un poco sorprendida, ahora se quedó totalmente estupefacta. ¡No podía ser!

El chico que la había empujado hizo un movimiento rápido para sacar su varita, pero uno de los otros chicos la sacó antes y le apuntó.

- ¡Expelliarmus!

La varita del muchacho saltó por los aires y éste se quedó quieto.

- ¡Tragababosas! – volvió a pronunciar el chico.

El chico moreno que había empujado a Laura cayó hacia atrás por el impacto del hechizo. Desde el suelo, parecía querer articular alguna palabra, pero cuando abrió la boca sólo salió una babosa que resbaló por su túnica hasta llegar al suelo. Hermione y Ginny no pudieron evitar poner cara de asco.

- ¿Acaso creías que te ibas a meter con unas chicas e ibas a salir bien? – el moreno que le había echado el hechizo soltó una risotada.

El chico de pelo grasiento intentó lanzarse hacia un lado para acercarse a su varita, pero otro de los chicos le apuntó con la varita sin pronunciar una palabra. Al instante, el chico quedó colgado en el aire por el tobillo como si estuviera sujeto por un hilo invisible. El chico moreno se giró hacia su amigo y rió.

- Muy buena, Pad… Sirius.

Laura volvió la cabeza rápidamente hacia el chico que aún tenía levantada la varita. ¿Sirius? Laura empezó a pensar que a lo mejor cruzar el arco sí que había tenido sus consecuencias… pero dejó de pensar cuando su mirada se cruzó con la del chico. Sus ojos grises la hipnotizaron y la absorbieron, impidiéndola pensar en nada más.

- Malditos… - farfulló el chico que aún estaba en el aire, y al abrir la boca una babosa saltó por el aire y aterrizó sobre la barandilla de la escalinata.

Esa palabra bastó para que Laura volviera a la realidad, si a eso se le podía llamar realidad. Bajó rápidamente la mirada contemplando las losas del suelo con un especial interés.

- Imbéciles… - volvió a farfullar el que, según las suposiciones de Laura, era Snape.

Los otros tres chicos le miraron con seriedad.

- Pr… James, me parece que no ha tenido suficiente. – dijo Sirius sonriendo de forma maliciosa.

- Estoy de acuerdo contigo, Sirius. – murmuró James también sonriendo.

- Umm… en ese caso…

Sirius volvió a levantar la varita. Laura no supo qué fue exactamente lo que la impulsó; siempre había odiado por encima de todo a su profesor de Pociones, a ese ex-mortífago que fingía estar de parte de Dumbledore, a ese hombre que no hacía más que desfavorecer a los alumnos que no pertenecían a Slytherin. Sin embargo, se adelantó y se interpuso entre Sirius y Snape.

Sirius la miró con sorpresa.

- Pero ¿qué haces? Quítate de en medio.

Laura no se movió ni un ápice. Sirius mantuvo la varita levantada unos segundos y después la bajó.

- ¿Acaso eres de Slytherin?

Laura le miró sin comprender. ¿Cómo podía creer Sirius que ella estaba en Slytherin si en su uniforme llevaba la insignia de Gryffindor? Laura bajó la mirada y se quedó aún más sorprendida que antes cuando vio que en su uniforme no había ninguna insignia, de ninguna casa. Miró a sus amigas y vio que ellas tampoco llevaban ninguna insignia.

- … No. – respondió al fin.

- Entonces, ¿por qué le defiendes? – la preguntó Sirius, que parecía confuso.

Laura sintió como la empezaba a hervir la sangre. No la gustaba para nada que creyeran a una persona capaz o no capaz de algo sólo por la casa a la que pertenecía.

- ¿Qué tendría que ver la casa a la que perteneciera? El Sombrero Seleccionador te selecciona por tus habilidades, y que yo sepa no tiene como requisito que los alumnos que no vayan a Slytherin no ayuden a los de esa casa.

Sirius, James y el que debía de ser Peter la miraron con incredulidad. Y no eran los únicos; Ginny y Hermione la miraban con los ojos muy abiertos, ya que sabían que ella había sido la primera en criticar a los de Slytherin por pertenecer a la casa que llevaba Snape. Incluso Snape, aún colgado en el aire y escupiendo babosas de vez en cuando, la miraba con sorpresa. Luna era la única que la miraba con normalidad, cosa que a Laura no la sorprendió. Se necesitaba algo muy fuerte para que Luna perdiera su aire despreocupado.

- ¿Qué está pasando aquí?

Laura miró hacia la escalinata y vio a una chica pelirroja de Gryffindor que llevaba una insignia con una “P”. James la sonrió.

- Hola, Lily. – dijo en un tono suave y que pretendía ser seductor.

La chica puso los brazos en jarra.

- Evans para ti, Potter, que no se te olvide. ¿Ya estáis otra vez gastando bromas a la gente? ¿A quién ha sido ahora?

Lily miró hacia Snape un segundo y después apartó la mirada. Laura no sabía si lo había imaginado, pero había creído ver una expresión de dolor en los ojos verdes de Lily.

- Diez puntos menos para Gryffindor, y la próxima vez se lo diré a McGonagall. Por cierto, si no es indiscreción, ¿quiénes sois vosotras? No recuerdo haberos visto antes por aquí.

Laura miró de reojo a sus amigas. ¿Qué podían decir?

- Eh… acabamos de llegar. – murmuró Hermione, que parecía nerviosa.

- ¿De dónde? – preguntó Lily con curiosidad.

- De Norteamérica. – se le ocurrió a Laura de pronto. – Oye, ¿podrías llevarnos al despacho del director? Estamos un poco cansadas por el viaje y queremos acomodarnos lo antes posible.

Lily sonrió y señaló su insignia.

- Pues claro, para algo soy prefecta.

- Coincido contigo en que eres perfecta, Lily. – la dijo James continuando con su tono seductor.

Lily rodó los ojos.

- Y tú eres un olvidadizo, Potter. Has vuelto a olvidar que para ti soy Evans. Bueno, os llevaré al despacho del director.

Lily empezó a subir por la escalinata. Ginny, Luna y Hermione la siguieron, pero Laura se quedó plantada dónde estaba mirando a Snape, quién seguía colgado por el tobillo. Sabiendo que ninguno de los merodeadores que aún estaban ahí le ayudarían, sacó su varita y le apuntó. Al instante, Snape cayó al suelo. Laura volvió a guardar su varita y sin volver la vista atrás fue detrás de sus amigas.

- Ya sé que me habéis dicho que venís de Norteamérica, pero ¿de qué escuela?

- Del Instituto de las brujas de Salem. – respondió Laura en un tono convincente.

- Vaya, he oído maravillas de ese instituto. – murmuró Lily. – Es el mejor de toda América, ¿me equivoco?

Laura sonrió.

- Para nada, pero nosotras hemos oído que Hogwarts es una de las mejores escuelas de Europa.

- Sí, eso dicen.

- Esto… ¿ese chico te ha llamado Lily?

Lily se detuvo.

- Vaya, lo siento, se me olvidó presentarme. Qué olvidadiza soy… ¡No! No soy olvidadiza, simplemente… Bueno…

Lily parecía muy nerviosa intentando explicarse.

- Tranquila, Lily. Tampoco es para tanto. – la dijo Hermione.

Lily se mordió el labio.

- Me acabo de definir con la misma palabra que he definido a Potter. Para mí sí es para tanto. Bueno, ¿y vosotras cómo os llamáis?

- Hermione…

- … Becket. – interrumpió Laura rápidamente a Hermione. – Y yo soy Laura Swan.

Lily miró a Ginny y a Luna.

- Ginny… Watson. – se presentó Ginny.

- Luna Higgins. – dijo Luna en su tono despreocupado de siempre mientras miraba todos los detalles; aunque era el mismo castillo, había muchas diferencias con respecto al Hogwarts que ellas conocían, aunque éstos eran mínimos.

De pronto, Laura cayó en la cuenta de algo. Iban a ver a Dumbledore. ¡A Dumbledore! Ella siempre había tenido un talento especial para inventarse historias sin que se notara que no eran reales, talento que había utilizado en muchas ocasiones para librar a los gemelos Weasley de algunos castigos. Era perfectamente capaz de inventar una historia sin contradicciones en un periquete, pero… ¿engañar a un genio como Dumbledore?

- Esto… Lily, si tienes algo que hacer, no tienes por qué dejarlo por nosotras. Podemos preguntarle a… un cuadro para que nos indique el camino. Para nada queremos retrasarte.

- No tengo nada que hacer.

Laura sintió como se revolvía su estómago. No podían presentarse ante Dumbledore sin haber hablado antes entre ellas, cosa que no podían hacer con Lily delante.

Pero parecía que la suerte estaba de su parte en ese punto.

- ¡Lily!

Las cinco chicas se volvieron y vieron llegar corriendo a una chica.

- ¿Qué pasa, Mary? – la preguntó Lily.

- Alguien ha tirado bombas fétidas en la conserjería y en todo el pasillo.

Lily entornó los ojos, como si sospechara algo. Después se giró hacia las cuatro amigas.

- Disculpad, pero tengo algo que hacer. Ya nos veremos más tarde.

Lily bufó y se fue con Mary. Cuando las dos hubieron desaparecido por el pasillo, Laura echó a andar dando grandes zancadas y abrió la puerta de una de las aulas. Después de comprobar que Peeves no se encontraba en su interior, les hizo señas a sus amigas para que entraran y cerró la puerta con un movimiento de su varita.

- ¿Sabéis qué es lo que ha ocurrido, verdad?

- Hemos vuelto atrás en el tiempo. – murmuró Hermione.

- A la época en la que los padres de Harry aún estudiaban en Hogwarts. – completó Ginny.

- Y cómo lo que hagamos aquí podría alterar el futuro, no podemos contar con la ayuda de Dumbledore. – razonó Luna.

Hermione miró a Luna con horror.

- ¡Oh, no! ¡Tienes razón! ¡No había caído en eso! ¿Qué hacemos ahora?

- ¿Tranquilizarnos, para empezar? – sugirió Ginny.

Hermione miró a Ginny abriendo mucho los ojos.

- Hemos vuelto al pasado por la culpa de un viejo arco y no sabemos cómo volver a nuestro tiempo, ni siquiera si podremos volver, y tampoco podemos contar con la ayuda de Dumbledore. ¡Y tú quieres que me tranquilice!

- Ginny tiene razón. – la defendió Laura. - Ponernos nerviosas no va a ayudar en nada.

Su tono sonaba muy firme comparado con lo que sentía en verdad; entendía a la perfección como se sentía Hermione y su nerviosismo.

- No sé cómo volveremos - continuó Laura luchando para que su voz siguiera sonando firme -, ni si podremos volver, pero sí que sabes, Hermione, que no podemos decirle nada a Dumbledore. Eso podría alterar el futuro, eres la que mejor lo sabe. Tan sólo una pequeña acción puede cambiar por completo el futuro, incluso puede que tan sólo nuestra presencia ya lo altere drásticamente.

Las chicas guardaron silencio durante un minuto, cada una inmersa en sus pensamientos.

- ¿Qué vamos a hacer? – murmuró Luna.

- No podemos quedarnos aquí, en esta aula, esperando a que nos devuelva alguien a nuestro tiempo. – dijo Ginny.

Laura se alejó de sus amigas y se asomó por la ventana del aula, contemplando los ya oscuros terrenos. Intentó ordenar sus ideas.

- Iremos a hablar con Dumbledore.

- ¿Qué? – dijo Hermione. – Pero si acabas de decir…

- Hablaremos con Dumbledore, pero no le contaremos nada de esto. Seguiremos con la historia de que hemos venido de Norteamérica para estudiar aquí. Luego ya veremos cómo volver a nuestro tiempo. Tiene que haber alguna forma…

- ¿Vamos a ser capaces de engañar a Dumbledore? – preguntó Ginny alzando las cejas.

Laura suspiró.

- Tenemos que hacerlo. No tenemos otra opción.



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MensajeTema: Re: "Tiempo lleno de leyendas, ¿leyendas llenas de tiempo?"   "Tiempo lleno de leyendas, ¿leyendas llenas de tiempo?" Icon_minitimeDom Ago 23, 2009 10:00 am

Aquí está el tercer capítulo.

Disclaimer: Muchos de los personajes y lugares pertenecen a J.K.Rowling (existen excepciones).

Capítulo 3:

La mano de Laura se detuvo sobre la aldaba de bronce. Una extraña sensación la recorría de arriba abajo; no era exactamente nerviosismo ni miedo, al contrario, era algo que la ayudaba a mantener estas sensaciones lejos de sus pensamientos, algo que hacía que mantuviera la cabeza fría y despejada. No podía permitirse estar nerviosa, no en ese momento. Tenían una misión muy importante y no podía titubear en ningún instante.

Lanzó una mirada a sus amigas. Laura sintió un pequeño peso en el estómago al mirar a Hermione, aunque se relajó un poco cuando su amiga le devolvió la mirada. Laura sabía perfectamente que Hermione estaba muy disgustada con la idea de no poder contarle a Dumbledore la verdad, pero, sin embargo, se notaba que estaba haciendo un gran esfuerzo para no ponerse a gritar de forma histérica.

- ¿Preparadas?

Hasta a Laura le costó oír su propio murmullo; sabía que si hablaba en un tono más alto, había muchas posibilidades de que se le quebrara la voz.

Aunque la pregunta iba para todas, Laura no dejó de mirar a Hermione. A su amiga le temblaron ligeramente los labios cuando intentó responder. Luna le puso una mano en el hombro.

- Todo va a salir bien.

Era increíble el optimismo de Luna. Parecía muy segura de su afirmación. Hermione asintió con la cabeza.

- Lo vamos a hacer genial. – murmuró Laura, intentando animar a sus amigas.

- Tú lo vas a hacer genial. – dijo Ginny.

Laura miró a su amiga pelirroja con gesto interrogante.

- Las cuatro lo haremos genial.

Hermione negó con la cabeza.

- Será mejor que tomes tú la palabra, Laura. Siempre has tenido un talento especial para… crear una historia sin lagunas en muy poco tiempo. McGonagall se las ha creído todas.

Intentando calmar la tensión que se palpaba en el ambiente, Laura sonrió.

- Vaya, tú admitiendo que mi talento puede ser de utilidad. ¿No te habrás dejado una parte de tu personalidad en nuestro tiempo?

Hermione sonrió. Laura se volvió hacia la puerta, suspiró y tocó dos veces con la aldaba en la puerta.

Un segundo después, la puerta se abrió sola. Sin mirar a sus amigas, Laura dio un paso y entró en el despacho del director. Tenía algunas diferencias con respecto al despacho que Laura siempre había visto; aunque las paredes estaban llenas igualmente de los retratos de los anteriores directores, no había tanta cantidad de artilugios extraños. Como Laura estaba acostumbrada a ver en su tiempo, el Sombrero Seleccionador estaba tan raído como siempre sobre una repisa. El perchero de Fawkes, el fénix de Dumbledore, estaba al otro lado del despacho, vacío y sin señal alguna del ave.

Laura captó un movimiento a su derecha y giró la cabeza. Unas alas con plumas escarlatas y doradas la rozaron al pasar por su lado. Fawkes se posó sobre el perchero. Laura sonrió con alivio.

- Siempre me gustó.

- ¿Qué es lo que la gusta?

Laura dio un respingo y se giró. Dumbledore acababa de entrar en el despacho a través de unas escaleras de caracol ocultas detrás de un mueble.

- Los fénix. – aclaró Laura, impregnando su voz con toda la calma de la que era capaz.

- Son criaturas maravillosas los fénix, y muy poderosas. Sus lágrimas tienen poderes curativos, y su canto es capaz de transformar al instante un sentimiento en el opuesto.

Dumbledore se dirigió hacia su mesa sin dejar de mirarlas.

- No recuerdo haberlas visto antes en Hogwarts.

- Acabamos de llegar. – empezó Laura intentando sonar convincente. – Venimos de Norteamérica, del Instituto de las brujas de Salem. Oímos maravillas de Hogwarts, y nos gustaría terminar nuestros estudios en este colegio.

- ¿Cuáles son sus nombres?

- Yo soy Laura Swan.

Laura se giró para mirar a sus amigas.

- Luna Higgins. – se presentó Luna después de unos segundos.

- Ginny Watson.

- Hermione Becket. – Hermione logró disimular bastante bien su nerviosismo.

Laura volvió a mirar a Dumbledore.

- ¿Nos puede aceptar como estudiantes de Hogwarts? No trajimos nada de equipaje porque supusimos que no habría ningún problema y que podríamos comprar aquí lo que necesitáramos.

Dumbledore fijó sus ojos claros en los de Laura. La chica sintió como si la atravesaran con rayos X, como si Dumbledore fuera capaz de leer sus pensamientos. Al instante se sintió culpable por no poder contarle la verdad. Ella siempre había confiado en los criterios de Dumbledore y nunca se había imaginado intentando engañarle. Pero no podían arriesgarse, para nada querían que cambiara el futuro. Aunque de esa forma se podrían evitar hechos muy oscuros que tendrían lugar años más tarde, cambiar un pequeño hecho del pasado podría ser catastrófico, podría provocar que alguno de las personas que ella conocía en su tiempo muriera antes o no llegara a nacer.

- Tendré que escribir al ministro, pero no creo que haya ningún problema. Es todo un honor para Hogwarts aceptarlas.

Laura sintió una gran sensación de alivio.

- ¿A qué curso iban?

- A sexto.

Dumbledore cruzó su despacho y cogió el Sombrero Seleccionador.

- Por lo que sé, en su anterior colegio sólo se divide a los alumnos por cursos. Sin embargo, en Hogwarts se realiza una división más, se divide a los alumnos en cuatro casas…

-… según las habilidades con las que cuenten. – le interrumpió Hermione sin poder contenerse. – Gryffindor es la casa de los valientes, Slytherin la de los astutos, Ravenclaw acepta a los inteligentes y Hufflepuff a los justos y leales.

- Vaya, veo que están muy bien informadas de cómo van las cosas en Hogwarts, así que...

En ese momento, se abrió la puerta. Todos se giraron y vieron entrar a una profesora McGonagall bastante más joven que la que las chicas estaban acostumbradas a ver.

- Buenas noches, profesora McGonagall.

- Profesor Dumbledore, me dijo que le avisara cuando llegara el nuevo conserje.

- Sí, gracias, profesora. Si me disculpáis un segundo…

Dumbledore salió del despacho siguiendo a la profesora McGonagall y cerró la puerta.

Durante unos segundos, ninguna de las cuatro chicas dijo ni una sola palabra.

- Ha sido más fácil de lo que pensaba. – comentó Laura al fin.

- Sí, demasiado fácil para tratarse de Dumbledore. – dijo Ginny.

Laura suspiró y miró la mesa, donde ahora reposaba el Sombrero Seleccionador. Entonces volvió a mirar a sus amigas.

- ¿A qué casa nos mandará?

- No sé si nos mandará a la misma en la que estaremos, pero sería bueno que no nos separáramos. – dijo Hermione.

Laura volvió a mirar el sombrero.

- Puede que eso no sea lo mejor. – murmuró Luna.

Laura se volvió rápidamente hacia Luna.

- ¿Qué quieres decir?

- Somos cuatro.

- ¿Y? – preguntó Hermione con impaciencia.

- No significaría que estuviéramos separadas.

- ¿Pero cuál es tu idea? – le preguntó Ginny a Luna.

Luna miró a Laura, que enseguida comprendió lo que Luna estaba pensando.

- Puede que Luna tenga razón…

- ¿Razón en qué? – saltaron Ginny y Hermione a la vez mientras miraban a Laura.

- Somos cuatro – empezó a explicar Laura -, y hay cuatro casas. Podríamos ir cada una a una casa.

- ¿Por qué ésa es mejor idea que ir todas a la misma casa? Así estaríamos más juntas. – dijo Ginny.

- Un pequeño cambio en el pasado puede alterar por completo el futuro.

- ¿Y? – repitió Hermione.

- Hermione, sabes perfectamente que nos tocaría en Gryffindor, por lo menos a Ginny, a ti y a mí.

- ¿Y qué pasa si nos toca en Gryffindor? – preguntó Ginny.

- Estar en Gryffindor implicaría estar demasiado cerca de los padres de Harry. – dijo Laura.

- Con una simple palabra, podríamos cambiar por completo el futuro relacionado con Harry. – concluyó Luna.

- Pero no vendría mal tampoco que nos aseguráramos de que nuestra estancia aquí afecta en algo al pasado. Por eso cada una de nosotras tendría que estar en una casa distinta, para ir viendo si todo va ocurriendo tal y como sabemos que tendría que ocurrir.

Se quedaron en silencio unos segundos.

- La más apropiada para ir a Gryffindor es Hermione. No tiene ningún pariente mágico, por lo que aquí no puede influir en su propio futuro, y puede actuar con más libertad. Es la más adecuada para comprobar cómo ocurren las cosas relacionadas con los padres de Harry.

- Yo puedo ir a Ravenclaw. – sugirió Luna. – Mis padres fueron a Hogwarts bastantes años antes que los padres de Harry, y ahora tendrían que estar de viaje en África investigando la magia de los plimpys de agua dulce.

Laura suspiró.

- Yo iré a Slytherin. Los merodeadores ya han visto como he defendido a Snape, así que no les extrañará que me toque en esa casa. Y Ginny irá a Hufflepuff. El señor Diggory salió de Hogwarts varios años antes de que entraran los padres de Harry, pero la señora Diggory iba al mismo curso que ellos. Es esencial asegurarse de que los dos salen. Si Cedric no nace, podría ser catastrófico, Harry podría haber muerto cuando regresáramos a nuestro tiempo.

- Pero, ¿el Sombrero hará caso de lo que nosotras queremos? – preguntó Ginny.

- Aunque lo saben pocos, además de seleccionarte según tus habilidades, el Sombrero tiene en cuenta lo que quieres. Me lo dijo… Bueno, eso no importa ahora. Cuando os pongan el Sombrero, tenéis que pensar que queréis por encima de todo ir a cada casa, tenéis que suplicadle si hace falta.


Última edición por Mafalda Prewett el Dom Ago 23, 2009 10:01 am, editado 1 vez
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MensajeTema: Re: "Tiempo lleno de leyendas, ¿leyendas llenas de tiempo?"   "Tiempo lleno de leyendas, ¿leyendas llenas de tiempo?" Icon_minitimeDom Ago 23, 2009 10:01 am

Estuvieron varios minutos sin decir nada, cada una inmersa en sus pensamientos. Sus mentes no volvieron al despacho hasta que la puerta se abrió y Dumbledore entró.

- Acabo de hablar con el ministro. Dentro de unos días se reunirá el Consejo para decidir si pueden aceptarlas o no. Ahora, el nuevo conserje, el señor Filch, las llevará hasta el dormitorio que ocuparán hasta que salga el veredicto del Consejo. Allí encontrarán comida, ropa y sus uniformes.

Laura sonrió.

- Muchas gracias por aceptarnos.

- No tiene que dar las gracias, señorita Swan. El señor Filch las está esperando al pie de esta escalera. Por cierto, deben recordar que tienen que aprovechar el momento.

¿Cómo que tenían que aprovechar el momento? Laura miró brevemente a sus amigas y salió del despacho preguntándose qué quería decir Dumbledore con eso. ¿Es que acaso ya sabía la verdad? Bajaron la escalera de caracol y salieron al pasillo. El señor Filch las esperaba en una de las esquinas del pasillo sosteniendo un brillante farol. Las chicas fueron hacia él sin decir nada. Aunque era bastante más joven que el señor Filch que ellas habían conocido, tenía la misma cara de malas pulgas. En todo el camino no las dirigió ni una sola palabra, cosa que Laura agradeció, sabiendo que lo único de lo que sabía hablar Filch era de lo que odiaba a los estudiantes y de cómo le gustaría que se aplicaran otro tipo de métodos como castigo.

Se detuvieron delante de una puerta del quinto piso.

- Aquí os dejo. – dijo Filch.

Antes de que las chicas pudieran decir algo, el conserje desapareció por dónde habían venido. Laura se acercó más a la puerta enfrente de la que las había dejado. Estaba completamente cubierta de relieves y carecía de pomo. Laura la empujó con la mano, pero ésta no cedió.

- ¿Cómo vamos a entrar? – preguntó Ginny.

- Puede que tenga contraseña. – dijo Luna.

- Dumbledore no nos ha dicho nada. – murmuró Hermione.

Permanecieron varios segundos en silencio.

- Eso no es cierto. Dumbledore sí nos ha dicho algo. – murmuró Luna.

Todas miraron a Luna.

- ¿Qué dices, Luna? Dumbledore sólo ha dicho…

Laura no terminó la frase. Volvió a girarse hacia la puerta.

- … “¡Carpe diem!”

La puerta se apartó hacia un lado revelando una abertura en la pared. Laura suspiró con alivio.

- A eso se refería con lo de que debíamos recordar que tenemos que aprovechar el momento. Por un momento llegué a pensar que sabía que le estábamos engañando.

Laura pasó por la abertura. Estaba en una enorme sala con un alto techo que formaba arcos. Por todas partes predominaba el color beige claro; no habían puesto el color de ninguna de las casas. Toda la pared de la izquierda estaba llena de estanterías con libros. Al fondo de la estancia había una escalera de caracol que supusieron que llevaba al dormitorio. Un débil fuego crepitaba en la chimenea, al lado de la cual había varios sillones. En una mesa rodeada por varias sillas había bandejas con pollo, pastel de carne, rosbif, filetes, patatas, ensaladas y gran cantidad de postres.

Hasta que vio la comida, Laura no se dio cuenta del hambre que tenía. Se acercó deprisa, se sentó en una de las sillas, cogió un vaso y lo llenó hasta arriba de zumo de calabaza. Empezó a servirse un poco de todo en su plato mientras miraba a sus amigas, que la miraban con las cejas levantadas.

- ¿Qué pasa?

- Estamos atrapadas en el pasado – empezó Hermione -, no sabemos si esto repercutirá en el futuro, no sabemos si podremos volver a nuestro tiempo, no podemos contar con Dumbledore, es más, acabamos de engañarle, ¿y tienes hambre?

Laura se encogió de hombros.

- Hasta que encontremos una solución, puede pasar algo de tiempo. No creo ser capaz de pensar bien si no como ni duermo, y tenemos que actuar con la mayor normalidad posible. Venga, comed vosotras también.

Hermione se quedó quieta donde estaba, pero Ginny y Luna se sentaron cada una a un lado de Laura y empezaron también a comer.

- Hermione, ¿por qué no comes tú también?

- No tengo hambre.

Hermione fue hacia las estanterías repletas de libros, cogió un ejemplar y empezó a leerlo sentada en uno de los sillones.

Por mucho que comían, la cantidad de comida de las bandejas no disminuía. Cuando se quedaron satisfechas, las tres chicas se levantaron y se sentaron junto a Hermione.

- ¿Qué estás leyendo? – le preguntó Laura.

- Historia de Hogwarts. – murmuró Hermione sin levantar la vista del libro.

- ¿Otra vez? Te has leído ese libro unas mil veces. – dijo Laura.

- Has dicho que teníamos que actuar con la mayor normalidad posible, ¿no? Pues eso es lo que estoy haciendo.

Laura suspiró.

- Mirándolo así…

Laura miró las llamas de la chimenea. Parecía mentira como había cambiado todo de un día a otro. La noche anterior había estado en la sala común de Gryffindor al lado de la chimenea, y ahora seguía estando en Hogwarts, y también estaba al lado de la chimenea, pero todo lo demás había cambiado radicalmente.

- Creo que tendríamos que irnos ya a dormir. – dijo Luna después de un rato. – Es bastante tarde.

Las chicas se levantaron y subieron por la escalera de caracol, la cual terminaba en un pequeño rellano con cuatro puertas. En cada puerta, estaba grabado el nombre de cada una de las chicas.

Laura fue hacia la puerta que tenía grabado su nombre.

- Hasta mañana.

Abrió la puerta y entró en el dormitorio. Era enorme, con una cama grande con sábanas de color beige. La gran ventana estaba cubierta por unas cortinas blancas. Había un armario en un rincón, y al otro lado del dormitorio una puerta que Laura supuso que llevaría al baño. A los pies de su cama, reposaba un enorme baúl. Encima de la tapa estaba estirado el uniforme, aún sin ninguna insignia.

Laura se tumbó en la cama sin quitarse la ropa y se acomodó lo mejor posible. Al principio había creído que tardaría bastante en dormirse, pero en cuanto estuvo tumbada supo que enseguida caería.


¿Cómo me ha quedado?

Besos

Laura
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MensajeTema: Re: "Tiempo lleno de leyendas, ¿leyendas llenas de tiempo?"   "Tiempo lleno de leyendas, ¿leyendas llenas de tiempo?" Icon_minitimeMiér Ago 26, 2009 1:55 pm

Aquí os dejo el cuarto capítulo.

Disclaimer: Muchos de los personajes y lugares pertenecen a J.K.Rowling (existen excepciones).

Capítulo 4:

Los días siguientes transcurrieron con normalidad, o con toda la normalidad posible. Las cuatro chicas no salieron de su sala común: querían tener el menor contacto posible con el pasado.

Laura estaba tumbada en la cama de su dormitorio leyendo un libro de Defensa Contra las Artes Oscuras, su asignatura favorita, cuando oyó un golpe en el cristal de la ventana. Cerró su libro y corrió las cortinas. Había una preciosa lechuza marrón afuera, esperando a que Laura abriera la ventana. La lechuza entró en el dormitorio y se posó en el cabecero de la cama. Laura cogió la nota que llevaba atada en una pata y se sentó en la cama.

Querida señorita Swan:
Me complace mucho informarle de que el Consejo ha aprobado su solicitud. Tanto usted como las señoritas Ginny Watson, Hermione Becket y Luna Higgins podrán terminar sus estudios en el Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería. Mañana serán seleccionadas para una casa en el Gran Comedor a la hora del desayuno, delante del resto de los alumnos. Una vez que sean seleccionadas, el jefe de la casa que les toque les entregará sus horarios y se incorporarán a las clases.
Con mucho gusto
Prof. A. P. W. B. Dumbledore


Laura bajó la escalera corriendo para contárselo a sus amigas.

- ¡El Consejo nos ha aceptado! ¡Mañana nos seleccionarán en el Gran Comedor a la hora del desayuno!

Sus amigas estaban tan contentas como ella, aunque Laura no sabía por qué estaba tan contenta cuando había algo que podía enturbiar su felicidad: en unas horas, si todo ocurría como querían, ella pertenecería a Slytherin, a la casa que siempre había detestado por sus tonterías de la sangre limpia. Iría a la misma casa que Draco Malfoy, aunque ahora convenía más decir que iría a la misma casa a la que habían ido Lucius y Narcissa Malfoy, a la misma que Bellatrix Lestrange, la asesina de Sirius, y, lo peor de todo, a la misma que Tom Marvolo Riddle, más conocido como Voldemort.

A pesar de todo eso, algo en su interior le decía que no todo iba a ser malo, que ir a Slytherin tendría sus cosas buenas, aunque Laura por el momento no veía ninguna.

A la mañana siguiente, Laura se levantó muy temprano y se preparó para la Selección. Cuando se puso su uniforme, se le revolvió el estómago al pensar que dentro de poco luciría en él el escudo de Slytherin.

Cuando bajó a la sala común, sus amigas ya estaban allí. Hermione no paraba de moverse de un lado para otro, lo cual hizo sonreír ligeramente a Laura. Tener allí a sus amigas normalizaba un poco la situación. En ocasiones, Laura se podía olvidar de que estaban fuera de su tiempo. Cada vez que veía a Hermione nerviosa pensaba que todo era normal, era como si nada hubiera cambiado.

- ¿Quieres tranquilizarte de una vez, Hermione? – le dijo Ginny –. Nos estás poniendo más nerviosas de lo que ya estamos.

Laura sonrió más. Cada vez que Ginny le decía a Hermione que se tranquilizara, pensaba que todo había vuelto a su cauce.

- Todo saldrá bien – murmuró Luna.

Laura tuvo que esforzarse para no sonreír más. Cada vez que Luna animaba a sus amigas con ese increíble optimismo que tenía, pensaba que seguían en el Hogwarts en el que siempre habían estado.

- Claro que sí – intervino Laura, apoyando a Luna –. Llevamos días preparando comentarios y conversaciones para encajar bien en nuestras casas. Llevamos días anotando todos los hechos que deberían ir ocurriendo.

De pronto se oyó un ¡PAF! Las chicas pegaron un salto del susto, pero enseguida volvieron a relajarse, o al menos volvieron al estado anterior a ese ruido. Una elfina doméstica bastante joven apareció delante de ellas. Llevaba un trapo blanco a modo de toga y, en la parte superior del trapo, estaba impreso el escudo de Hogwarts. Debía de ser uno de los elfos domésticos de las cocinas de Hogwarts.

- El profesor Dumbledore ha mandado a esta elfina a comprobar, señoritas, que están listas para su Selección. Tienen que estar presentes en el vestíbulo de la entrada dentro de quince minutos, señoritas. Allí se encontrarán con la profesora McGonagall, señoritas, que las conducirá hasta el Gran Comedor.

Laura se acercó a la elfina doméstica. Siempre le habían caído muy bien los elfos domésticos, a excepción de Kreacher, claro…

- ¿Cómo te llamas?

La elfina abrió mucho sus ojos saltones, muy parecidos a pelotas de tenis.

- Esta elfina se llama Pipsy, señorita.

- Muchas gracias, Pipsy, por avisarnos.

Si antes la elfina había abierto mucho los ojos, ahora parecía que se le iban a salir de su particular rostro.

- ¿La señorita… ha dado las gracias… a Pipsy? – susurró.

Hermione también se acercó a Pipsy.

- ¿Por qué no iba a poder dártelas?

- Pipsy es una elfina doméstica, tiene que obedecer todo lo que dice el profesor Dumbledore – dijo la elfina con su voz aguda –. A los elfos domésticos no se les agradece nada, sólo se les ordena y se les castiga cuando no pueden llevar algo a cabo.

- ¡Claro que no! – saltó Hermione -. ¡Claro que a los elfos domésticos se les pueden agradecer las cosas! Y no tienen por qué obedecer si no quieren, pueden ser libres. Yo conozco a un elfo doméstico libre y vive muy feliz desde que no tiene amos. Sólo trabaja si le pagan, y se compra su propia ropa.

Pipsy parecía horrorizada.

- ¡Eso no es un elfo doméstico! – chilló -. ¡Un elfo doméstico ha de obedecer y ser castigado cuando no lo hace! ¡Un elfo doméstico libre es una deshonra para sus antecesores! ¡Un elfo doméstico al que se le tiene que pagar no es un correcto elfo doméstico!

- ¡Ningún elfo doméstico tiene por qué ser un esclavo! – dijo Hermione acercándose más a Pipsy –. Este elfo doméstico del que te hablo siempre se ha sentido desgraciado, y ha empezado a vivir mejor desde que los Mal…

- ¡Creo que ya tendríamos que ir yendo al vestíbulo! – interrumpió Laura rápidamente a Hermione, dirigiéndole una mirada de advertencia que su amiga captó.

- Sí, será mejor que vayamos ya – dijo.

Pipsy se desapareció con un chasquido. La prueba de lo horrorizada que estaba con la idea de un elfo doméstico libre era que ni siquiera les deseó buena suerte para la Selección.

- Hermione, si no te importa, no lleves a cabo aquí tus labores de la PEDDO.

Hermione abrió la boca para rechistar.

- Hermione, ¿no te das cuenta de que con sólo convencer a un elfo de que sea libre podríamos cambiar el futuro completamente?

Hermione cerró la boca rápidamente, sin réplica para eso.

- Lo siento – murmuró –. Tienes razón, Laura.

Las chicas salieron de la sala común y se dirigieron hacia el vestíbulo. Hicieron todo el camino en silencio, cada una sumida en sus pensamientos.

Cuando llegaron a la escalinata de mármol del vestíbulo, la profesora McGonagall estaba esperándolas.

- Su Selección se llevará a cabo dentro de cinco minutos. Sencillamente tendrán que ponerse el Sombrero Seleccionador y esperar a que éste tome una decisión. Espero que se encuentren a gusto en la casa que les toque. Ahora espérenme aquí un momento, si son tan amables.

La profesora McGonagall se dirigió hacia el Gran Comedor y las chicas supusieron que había ido a comprobar que todo estuviera listo.

- ¡Así que ahora os van a seleccionar!

Las cuatro se giraron y vieron a los merodeadores. Esta vez Lupin también iba con ellos.

- Espero que os toque en Gryffindor – dijo James.

- Yo también lo espero – dijo Sirius, mirando con descaro a las chicas de arriba abajo.

- ¡Potter, Black y Pettigrew! ¿Qué hacéis que no estáis en el Gran Comedor?

Lily acababa de salir por una puerta que conducía a las mazmorras. La expresión de James cambió al mirarla.

- Hola, Lily.

- ¿Cuántas veces voy a tener que repetirte que para ti soy Evans, Potter?

- Sólo para seguir oyendo tu melódica voz, te seguiré llamando Lily – dijo James.

- ¡Iros al Gran Comedor, ya! Ya tendríais que estar allí.

- ¿Y tú qué hacías que tampoco estás en el Gran Comedor, Evans? – le preguntó Sirius.

- ¡Eso no te incumbe, Black! ¡Iros ahora mismo al Gran Comedor o Gryffindor empezará el curso con puntos negativos! Aunque a vosotros os da igual, siempre estáis perdiendo puntos.

- Los puntos que tú nos quites, nos los pondrá luego Remus – dijo Sirius, encogiéndose de hombros.

Lily se puso roja de furia. Remus se puso entre ella y sus amigos.

- ¡No es cierto! Lily, yo respeto tus decisiones. Si tú le quitas puntos a alguien, yo no se los vuelvo a poner, a nadie.

Lily le dirigió una sonrisa a Remus.

- No hace falta que me lo digas, Remus. ¿Acaso crees que me creo lo que dice Black?

- ¡¿Qué hacen aquí?!

La profesora McGonagall había vuelto. A Laura no le pasó desapercibido que la profesora miraba a los merodeadores con desconfianza.

- ¡Entren ahora mismo en el Gran Comedor! ¡Ustedes también, señor Lupin, señorita Evans!

Esta vez los merodeadores no se atrevieron a replicar. Fueron caminando hacia el Gran Comedor con tranquilidad, hablando entre ellos. Lily sonrió a las chicas.

- ¡Buena suerte!

Después Lily siguió a los merodeadores, desapareciendo detrás de unas enormes puertas de roble.

- Bien. Ya está todo listo. Síganme.

Las cuatro cruzaron el vestíbulo siguiendo a McGonagall y pasaron por las puertas de roble que llevaban al Gran Comedor. Como en el Hogwarts de su tiempo, cuatro mesas se extendían a lo largo del comedor, y al fondo se encontraba la mesa de los profesores. En el aire flotaban miles de velas, y era difícil imaginarse que allí hubiera un techo, más aún al ver los miles de estrellas que titilaban arriba.

En cuanto entraron, cientos de murmullos se propagaron por el Gran Comedor. Algunos estudiantes ni siquiera se molestaban en disimular y las señalaban con el dedo mientras murmuraban con los que tenían al lado.

La profesora McGonagall las guió por el camino que había entre las mesas de Gryffindor y Hufflepuff. Lily les hizo una señal con el pulgar de que todo iba a salir bien, cosa que Laura estuvo a punto de agradecerle con una sonrisa, pero lo descartó en cuanto recordó la casa a la que iría. Para que todo fuera bien, tenía que interpretar lo mejor posible su papel delante de todos.

También se percató de la presencia de los merodeadores. Sirius las silbó cuando pasaron por su lado. Laura frunció el ceño. Ella había conocido al padrino de Harry, pero nunca se había imaginado que fuera así de adolescente, aunque también debía reconocer que la muerte de James y Lily Potter junto con su estancia en Azkaban debían de haber influido mucho en él.
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MensajeTema: Re: "Tiempo lleno de leyendas, ¿leyendas llenas de tiempo?"   "Tiempo lleno de leyendas, ¿leyendas llenas de tiempo?" Icon_minitimeMiér Ago 26, 2009 1:56 pm

Cuando llegaron a la tarima que había delante de la mesa de los profesores, la profesora McGonagall se puso al lado de un taburete y cogió por el pico el viejo Sombrero Seleccionador.

- Becket, Hermione.

Hermione subió a la tarima, se sentó en el taburete y la profesora McGonagall le puso el Sombrero.

Laura no pudo evitar sonreír al recordar el día que la seleccionaron para Gryffindor. Ese había sido, sin duda, uno de los días más felices de su vida, el día que conoció a Harry, a Ron y a Hermione, si bien con Hermione no se llevaba muy bien al principio. En aquel tiempo, Hermione no tenía amigos; siempre estaba sola, leyendo algún libro o practicando los hechizos y los conjuros que darían en clase unas semanas después. Fue después de que Harry, Laura y Ron la salvaran de un trol gigante cuando Hermione empezó a ser su amiga.

- ¡GRYFFINDOR!

La mesa de Gryffindor estalló en aplausos mientras Hermione le devolvía el Sombrero a la profesora McGonagall e iba corriendo a sentarse cerca de Lily. Sirius la silbó mientras muchos le daban la mano y se presentaban en voz baja.

- Higgins, Luna.

Luna subió a la tarima con una tranquilidad envidiable. Se sentó en el taburete y dejó que la profesora McGonagall le pusiera el Sombrero.

- ¡RAVENCLAW!

El Sombrero tardó apenas unos pocos segundos en gritar a todo el comedor su decisión, aunque para Laura tampoco era de extrañar, ya que Luna también había sido elegida para Ravenclaw en su tiempo.

Esta vez fue la mesa de Ravenclaw la que estalló en aplausos, aunque algunos estudiantes de otras casas, a excepción de Slytherin, la aplaudieron también. Como había hecho con Hermione, Sirius la silbó.

- Swan, Laura.

Laura subió a la tarima sintiendo como las piernas le pesaban más de lo normal. Sin dirigir ni una sola mirada a sus amigas, se sentó en el taburete y cerró los ojos cuando la profesora McGonagall le puso el Sombrero.

“Por favor, ponme en Slytherin, te lo suplico”, empezó a suplicar Laura de inmediato.

- Hum… encajarías mejor en Gryffindor – le susurró el Sombrero al oído -, tienes una gran valentía y mucho coraje para enfrentarte a lo desconocido.

“No, yo quiero ir a Slytherin, no a Gryffindor”, pensó Laura con todas sus fuerzas.

- Tampoco estarías mal en Ravenclaw, tienes una mente dispuesta y abierta…

“No quiero ir ni a Gryffindor ni a Ravenclaw, quiero ir a Slytherin, tengo que ir a Slytherin”, pensó Laura, esforzándose tanto que no le hubiera sorprendido estar hablando en voz alta sin darse cuenta.

- No, tú no quieres ir a Slytherin. Y tampoco encajas muy bien ahí. Aunque eres astuta, no crees en los ideales de Slytherin.

“Por favor, hazme caso, por favor”, siguió pensando Laura.

- ¿Por qué en Slytherin? En Hufflepuff tampoco estarías mal. Buscas la justicia, y eres leal hasta la muerte a tus amigos…

Laura estuvo a punto de levantarse y ponerse a gritar. ¿Es que ese Sombrero no le iba a hacer caso nunca? Decidió cambiar el tono de sus pensamientos.

“Mira, te digo que me pongas en Slytherin”.

- Pero estarías mejor en…

“¡Acabo de decirte que me pongas en Slytherin! No te estoy pidiendo que me des consejo ni que valores mis habilidades, sino que grites ante todo el comedor ¡SLYTHERIN! y punto”.

- Si eso es lo que quieres… ¡SLYTHERIN!

“Gracias”, pensó Laura antes de que la profesora McGonagall le quitara el Sombrero.

Laura se levantó y fue hacia la mesa de Slytherin, cuyos estudiantes eran los únicos que la aplaudían. Mientras caminaba, Laura evitó mirar a la mesa de Gryffindor. Le bastó comprobar que Sirius esta vez no silbó para saber que prefería no verles.

Se sentó entre dos Slytherins y volvió su mirada hacia el taburete.

- Watson, Ginny.

Ginny subió a la tarima. Laura cruzó los dedos por debajo de la mesa de Slytherin para que el Sombrero pusiera a Ginny en Hufflepuff.

- ¡HUFFLEPUFF!

El Sombrero tardó en gritar su decisión más que con Hermione y Luna, pero mucho menos que con Laura. Laura tuvo que hacer un gran esfuerzo para no aplaudir a su amiga mientras ésta se sentaba en la mesa de Hufflepuff.

El profesor Dumbledore se puso en pie.

- ¡Les ruego atención durante un momento! – dijo Dumbledore, aunque era innecesario que dijera eso. Sólo con haberse levantado, el silencio se había hecho palpable en el Gran Comedor y no había ni un solo alumno que no le estuviera prestando atención –. Las señoritas Becket, Higgins, Watson y Swan acaban de llegar del Instituto de las Brujas de Salem con la intención de terminar en Hogwarts sus estudios. Espero que todos les hagáis sentir que Hogwarts es su hogar y que las ayudéis en lo que podáis. Eso es todo.

El profesor Dumbledore volvió a sentarse. Inmediatamente, los platos que había sobre las mesas se llenaron de bollos, bizcochos, galletas, pasteles y tartas de todos los sabores. Todos los alumnos empezaron a desayunar. Laura cogió unos cuantos pasteles, aunque la verdad es que no tenía mucha hambre.

- Hola. ¿Puedo llamarte Laura?

Laura levantó la mirada y miró al chico que estaba sentado enfrente de ella. Era moreno y de ojos marrones y fríos. Laura asintió con la cabeza.

- Yo soy Alexander Avery – se presentó el chico –, pero la mayoría de la gente me llama por mi apellido. Son muy pocos los que he concedido el honor de llamarme por mi nombre.

- Ah… pues encantada, Avery.

Avery rió.

- Tú puedes llamarme Alexander.

Laura dejó los pasteles a un lado.

- ¿Por qué? No me conoces.

Avery se mordió el labio.

- Bueno, por algo se tiene que empezar, ¿no?

Avery le dirigió una sonrisa que no le gustó para nada a Laura. No era una sonrisa fría ni amenazante, más bien Laura hubiera preferido que fuera así. Sin embargo, la expresión de Avery era todo lo contrario, lo más opuesto que se pudiera encontrar a amenazante.

- Si tienes algún problema con las clases, con los contenidos, lo que sea, puedes decírmelo.

- No creo que tenga ningún problema – dijo Laura, intentando sonar cortés.

- Claro que no vas a tener ningún problema – dijo otro muchacho –. Al menos estando yo para evitarlo.

Avery sonrió de forma forzada.

- No hará ninguna falta que intervengas, Rabastan. De eso ya me ocupo yo.

- ¡Señorita Swan, bienvenida a Slytherin!

Laura giró la cabeza. Un profesor Slughorn mucho más joven que el que ella había conocido acababa de llegar a su lado.

- Soy Horace Slughorn, jefe de Slytherin y profesor de Pociones – se presentó, aunque era innecesario -. Hay algunas cosas que me gustaría saber acerca de usted y que el profesor Dumbledore no me ha sabido responder – Slughorn le sonreía radiantemente mientras le tendía un trozo de pergamino –. Así que la espero en mi despacho por la tarde, después de las clases. Aquí tiene su horario. Espero que se encuentre cómoda en Slytherin.

Laura cogió el horario y le sonrió. Aunque sabía que Slughorn era una especie de coleccionista de alumnos con talento y que los alumnos que le caían mejor eran los que él consideraba con un gran futuro, no le caía mal. Al contrario de lo que solía ocurrir con los Slytherins, Slughorn no detestaba a los hijos de muggles, es más, Lily Evans, la madre de Harry, que era hija de muggles, estaba en su lista de mejores alumnos.

- Muchas gracias, profesor Slughorn. Seguro que me encontraré muy bien en Slytherin – Laura fue incapaz de decir que se encontraba muy bien en Slytherin en el presente; no sabía si sería capaz de mentir tan bien –. Estaré en su despacho esta tarde.

Antes de que acabara el desayuno, Laura se levantó con la esperanza de que ni Avery ni Rabastan Lestrange la siguieran, y lo consiguió. Sin embargo, sólo había salvado la mitad de la distancia que había entre su asiento y las puertas del Gran Comedor cuando unas Slytherins le salieron al encuentro.

- Hola, Laura – le saludó la Slytherin que iba al frente de las demás. Tenía el pelo corto y moreno, y unos ojos demasiado grandes en comparación con el resto de la cara. Por como la miraban las demás, parecía la líder del grupo –. Soy Chrystalle Greengrass, y éstas son Millicent Bulstrode, Isabella Peabody, Rosalie Warrington y Anastasia Pucey. Estábamos comentando que nunca habíamos oído el apellido Swan en las familias de sangre limpia, y algunas de nosotras tenemos parientes, mágicos por supuesto, en Norteamérica.

Laura pensó tan rápido que no hubiera sido de extrañar que las Slytherins hubieran oído el movimiento de sus neuronas.

- La noble familia Swan ha vivido mucho tiempo en Australia – Laura se alegró de haber leído un día que se aburría “La nobleza de la naturaleza”. De ahí había sacado su apellido -. Pero mis padres quisieron que yo entrara en el Instituto de las Brujas de Salem cuando tuvieron que ir a Norteamérica a resolver unos asuntos. Cuando los solucionaron, decidieron dejarme donde estaba para no marearme llevándome de aquí para allá.

- ¿Tus padres viajan mucho? – le preguntó la que, según Chrystalle, era Rosalie Warrington.

Para que no hubiera posibilidad de que después descubrieran que mentía, a Laura se le ocurrió algo.

- A mis padres les encantaba viajar, conocer las costumbres que tenían las familias de sangre limpia de otros países.

- ¿Les encantaba? – preguntó Isabella Peabody.

Laura asintió lentamente con la cabeza, fingiendo tristeza.

- Murieron hace un año. ¡Pero yo estoy muy orgullosa de ellos! Murieron defendiendo sus pensamientos, cuando intentaron llevar a cabo en Italia una limpieza antimuggle – Laura volvió a alegrarse por haber leído “La nobleza de la naturaleza”. Según ese libro, la mayoría de los miembros de la noble familia Swan habían muerto al intentar llevar a cabo una matanza de muggles en Italia.

Las Slytherins parecían contentas con lo que Laura les había revelado; sin duda, debía de haberse mostrado muy convincente.

- Será mejor que vayamos yendo a la clase de Encantamientos – murmuró Chrystalle.

Laura salió del Gran Comedor con las cinco Slytherins. De momento, todo parecía ir bien. Con todo lo que les había contado, encajaba perfectamente en esa casa. Pero sólo habían pasado veinte minutos desde que la habían seleccionado, y no sabía cuanto tiempo tendría que estar fingiendo ese papel. Aún no podía cantar victoria.




¿Qué os pareció?

Besos

Laura
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MensajeTema: Re: "Tiempo lleno de leyendas, ¿leyendas llenas de tiempo?"   "Tiempo lleno de leyendas, ¿leyendas llenas de tiempo?" Icon_minitimeMiér Ago 26, 2009 1:58 pm

Aquí dejo el quinto capítulo.

Disclaimer: Muchos de los personajes y lugares pertenecen a J.K.Rowling (existen excepciones).


Capítulo 5:


Las chicas de Slytherin de su curso eran muy agradables con Laura, y la incluían en todos los planes que hacían, como ir a animar a su equipo de quidditch cuando comenzaran los entrenamientos, ir a Las Tres Escobas y a Honeydukes en la primera salida a Hogsmeade e incluso Chrystalle la había invitado a pasar las Navidades en su casa.

Los chicos de Slytherin también la trataban con mucha simpatía, demasiada para el gusto de Laura. Avery no dejaba de seguirla, preguntándole si necesitaba ayuda en algo e invitándola a dar una vuelta por los terrenos. Laura no paraba de darle excusas, que cada vez eran más débiles. Rabastan también estaba muy pendiente de ella; surgía de entre las sombras cuando Laura menos se lo esperaba, y continuamente le insinuaba a Avery que podía marcharse, que a Laura no le haría falta su presencia estando él.

Aunque las chicas, Avery y Rabastan eran prácticamente su sombra, Laura sabía que no eran los únicos que la seguían. Casi todos los días al mediodía el mismo chico de quinto curso la rozaba sin querer al pasar por su lado y le pedía mil veces perdón, diciendo que no la había visto e insistiendo en llevarle los libros; varios días seguidos uno de cuarto se le había acercado durante la hora de la comida hablándole sin parar; en cuanto la veía por los pasillos, uno de séptimo se ponía a hablar más alto con sus amigos, mencionando que le habían encomendado una importante tarea, y en varias ocasiones “accidentalmente” se le levantó la manga izquierda de la túnica, dejando a la vista la Marca Tenebrosa que tenía en el antebrazo.

Laura estaba cansada de que la siguieran a todos lados. Cuando iba al Gran Comedor, a las clases, a la biblioteca, al baño, a los terrenos… Todos los Slytherins parecían haberse propuesto no perderle de vista, lo cual no le gustaba para nada. Aunque no le convenía mucho juntarse con Hermione, Ginny y Luna, sabía que necesitaría de vez en cuando reunirse con ellas, para saber si todo iba como se suponía que debía ir. Sin embargo, desde que habían llegado las únicas veces que las había visto había sido de pasada en los pasillos, o comiendo en sus respectivas mesas en el Gran Comedor, y no había podido ni siquiera saludarlas. También necesitaba ir a la biblioteca para buscar información relativa al tiempo. Sin embargo, había escasos momentos en los que podía ir.

Al principio no sabía por qué despertaba tanto interés en los chicos de Slytherin; ella misma se consideraba una del montón. Sin embargo, después cayó en que el apellido que se había puesto siempre había sido muy respetado entre los magos de sangre limpia. Intentó llevar la falda más larga y los botones superiores de la camisa siempre cerrados, para no llamar tanto la atención. Pero lo único que consiguió es que, inexplicablemente, estuvieran aún más pendientes de ella.

Una mañana, que empezó como todas las anteriores, Laura bajó al Gran Comedor para desayunar acompañada por las chicas de su curso. Se sentó con ellas en un extremo de la mesa de Slytherin. Durante un rato, Laura intentó evitar las miradas del grupito de chicos que tenían justamente al lado.

Faltaba poco para que sonara la campana cuando Snape pasó por delante de ellas. A Laura no le pasó desapercibido que no dejaba de mirar a la mesa de Gryffindor. Miró en su dirección y frunció el entrecejo al ver a los merodeadores cuchicheando de forma muy sospechosa. Frunció aún más el entrecejo cuando vio como James y Sirius se levantaban de sus asientos y seguían a Snape. En ese instante, sus compañeras también se levantaron. Laura las miró con sorpresa.

- ¿Adónde vais?

- Lo acabo de decir – dijo Chrystalle, que parecía molesta al ver que Laura no le había estado prestando atención -. A clase.

Las chicas salieron del Gran Comedor y atravesaron el vestíbulo. Snape subía a toda prisa por la escalinata de mármol. James y Sirius estaban al pie de la escalera, apoyados sobre la barandilla, mirando a Snape con unas inquietantes sonrisas. Lentamente, James levantó la varita y apuntó hacia la escalera. Snape cayó hacia atrás al disponerse todos los escalones como un tobogán.

- ¿Adónde vas con tanta prisa, Snivellus?

Snape intentó levantarse para encarar a James, pero Sirius le apuntó con la varita. Snape quedó colgando del aire por el tobillo.

Laura no supo qué le impulsó a intervenir.

- ¡Dejadle en paz! – apuntó a James y a Sirius con su varita.

Los dos merodeadores la miraron.

- ¿Y qué ocurre si no lo hacemos? – dijo Sirius, fingiendo curiosidad.

Laura abrió la boca para contestarle, pero en cuanto su mirada se cruzó con la de Sirius, la cerró. Era como si sus ojos tuvieran el mismo efecto que el arco; sentía que no podía decir una palabra, olvidó por unos segundos lo que la rodeaba, sólo era consciente de los ojos de Sirius.

- Os arrepentiréis – respondió Isabella por Laura.

Laura sacudió la cabeza, apuntó a Snape, quien cayó al suelo, y volvió a apuntar a los merodeadores.

- Como vuelva a veros metiéndoos con alguien de mi casa, os juro que os arrepentiréis – les amenazó Laura, bajando la mirada -. Vámonos a Pociones, chicas.

Laura no dijo nada durante la mayoría del recorrido, y ni siquiera sabía de qué seguían hablando sus compañeras. No podía quitarse de la cabeza… ¿Qué le estaba ocurriendo? Ya eran dos veces las que se quedaba como hechizada al toparse con la mirada de Sirius.

- Ese asqueroso de Snape… - las palabras de Millicent llegaron hasta su cerebro -. Si no fuera porque los otros dos son traidores a la sangre y encima de Gryffindor, yo le hubiera dicho a Black que le premiaría la próxima vez que se metiera con él.

Laura miró con sorpresa a Millicent.

- Pero Snape es de Slytherin…

- Cada vez que lo recuerdo, me dan náuseas – dijo Rosalie.

- ¿Por qué? – preguntó Laura, con curiosidad.

- Por las compañías que suele frecuentar… - murmuró Anastasia.

- ¿Qué compañías?

- Sangres sucia – aclaró Chrystalle -. Concretamente, esa prefecta de Gryffindor… Evans.

Laura no pudo evitar que la sorpresa apareciera en su cara. ¿Snape tenía una relación muy estrecha con Lily?

- Sé lo que estás pensando.

Laura se sobresaltó con las palabras de Rosalie.

- ¿Ah, sí?

- Desgraciadamente, no todos los Slytherins comprueban la sangre que tienen sus compañías hasta que se han hecho muy amigos.

Hicieron el resto del recorrido en silencio. El profesor Slughorn ya estaba en la mazmorra cuando llegaron. Se sentaron en la mesa de siempre y sacaron sus libros. Ese día compartían clase los de Slytherin y los de Ravenclaw. Cuando todos los alumnos estuvieron sentados, el profesor Slughorn cerró la puerta de la mazmorra con la varita y les dirigió a todos una amplia sonrisa.

- El otro día os dije que hoy aprenderíamos a elaborar el Filtro de Muertos en Vida. Se me ha ocurrido algo… Cada alumno la hará y después de la clase, el que haya obtenido el mejor resultado se llevará treinta puntos para su casa y esto.

El profesor Slughorn sacó de un cajón de su mesa una pequeña botellita redonda que contenía un líquido rosa con un característico brillo nacarado. Laura había visto mil veces esa poción.

- ¿Alguien sabe lo que es?

La mano de Laura se alzó en el aire.

- ¿Sí, señorita Swan?

- Amortentia, una poción que produce un intenso encaprichamiento y obsesión por otra persona. Esta obsesión suele confundirse con amor, pero realmente no lo es, ya que no se puede crear amor.

- Muy bien, señorita Swan. ¿Alguien sabe a qué huele la Amortentia?

La mano de Laura volvió a alzarse. El profesor Slughorn le dio la palabra con un gesto de la mano.

- Huele diferente para cada persona. A mí siempre me huele a casa cerrada, hipogrifo y un perfume…

- ¡Muy bien otra vez, señorita Swan! Ahora se pondrán a elaborar el Filtro de Muertos en Vida, cuyas instrucciones están en la página diez de sus libros de texto.

Todos abrieron rápidamente el libro por la página indicada. Laura miró las instrucciones. Cerró los ojos, intentando concentrarse. Entonces cogió su pluma y empezó a tachar cosas y a añadir otras encima de los tachones.

Después fue hasta el armario de los ingredientes, cogió todo lo que necesitaba y regresó a su sitio. Como indicaban las instrucciones del libro, Laura empezó a trocear algunos ingredientes. Cuando llegó a la tercera instrucción, leyó lo que ella había añadido, pasando por alto lo que ponía debajo del tachón que ella misma había hecho. Por suerte, ya había intentado hacer una vez esa poción en su tiempo, aunque no le había salido precisamente bien. Sin embargo, lograba recordar las indicaciones del libro que Harry había conseguido.

Miró a su alrededor y comprobó con alegría que, por primera vez, nadie estaba pendiente de ella. Sacó de su mochila una daga de plata y aplastó el grano de sopóforo en vez de cortarlo como decían las instrucciones oficiales.

Cuando faltaban cinco minutos para que terminara la clase, Slughorn anunció que se había agotado el tiempo. Se paseó entre las mesas, echando leves vistazos a los calderos. Laura aprovechó ese tiempo para mirar los calderos de sus compañeras. La poción de Anastasia era un desastre; era de un color naranja intenso y no paraba de burbujear, soltando un aroma a pescado podrido. La de Millicent no era mucho mejor; parecía gelatina de un color verde asqueroso.

Cuando Slughorn llegó a su mesa, abrió los ojos como platos.

- ¡Ya tenemos ganadora! Muy bien hecho, señorita Swan. Bien, treinta puntos para Slytherin y aquí tiene…

El profesor Slughorn le tendió a Laura la botellita con la Amortentia. En ese instante sonó la campana. Todos los alumnos se levantaron y recogieron todo lo que habían utilizado, entre las nubes de vapor de colores que inundaban la mazmorra.

- ¿Por qué no me lo comentó, señorita Swan?

Laura le miró con extrañeza.

- ¿El qué?

- Tiene un talento natural para las pociones.

- No ha sido para tanto – dijo Laura, con una ligera sonrisa -. Me limité a seguir al pie de la letra las instrucciones del libro.

- ¿En serio? No hay muchos alumnos que consigan elaborar el Filtro de Muertos en Vida, ni siquiera cuando ya lo han elaborado un par de veces.

- Pero entonces, ¿para qué nos ha mandado hacer esta poción? Si usted creía que nadie la iba a conseguir…

- Nunca he creído que la fueran a hacer a la perfección. Iba a premiar el mejor resultado. Por cierto, espero que pueda acudir a la fiesta de disfraces que celebraré el 30 de septiembre en mi despacho. Comenzará a las ocho y media.
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MensajeTema: Re: "Tiempo lleno de leyendas, ¿leyendas llenas de tiempo?"   "Tiempo lleno de leyendas, ¿leyendas llenas de tiempo?" Icon_minitimeMiér Ago 26, 2009 1:59 pm

El profesor Slughorn salió de la mazmorra eufórico. Laura metió su libro en la mochila, recogió los ingredientes que le habían sobrado y salió de allí. En el pasillo la esperaban sus compañeras de Slytherin.

- ¿Qué te ha dicho Slughorn? – le preguntó Chrystalle, con mucha curiosidad.

- Me ha invitado a una fiesta de disfraces el 30 de septiembre.

- ¡Vaya! ¡Eso es genial! – exclamó Chrystalle -. ¡A esas fiestas no va cualquiera! Ni siquiera yo estoy invitada.

- El profesor Slughorn suele hacer cenas y fiestas a lo largo del curso – explicó innecesariamente Anastasia -. Siempre invita a los alumnos que cree que van a tener un buen futuro; hasta el momento, creo que no se ha equivocado.

- Alumno que ha invitado a sus fiestas, alumno que ahora es reconocido en el mundo mágico – dijo Isabella, asintiendo con la cabeza -. También invita a celebridades, como jugadores muy populares de quidditch. En una de las fiestas del año pasado invitó al equipo al completo de los Chudley Cannons; justamente el año anterior habían ganado la Copa Nacional de Quidditch de Gran Bretaña.

- Vamos a tener que modificar un poco los planes que teníamos de Hogsmeade – dijo Rosalie -. El profesor Slughorn suele hablar con Dumbledore para que haya una visita a Hogsmeade antes de algunas de sus fiestas. Conozco una tienda muy reconocida de disfraces. Tienes que ser el centro de atención.

“¿Es que acaso pueden prestarme aún más atención?”, pensó Laura.

- Y tendremos que pensar en candidatos – dijo Millicent, mirando el techo pensativamente.

Laura la miró con extrañeza.

- ¿Candidatos? ¿Para qué?

- Para ser tu acompañante – explicó Chrystalle -. No puedes coger al primer Slytherin que se te cruce en el camino. Para empezar, tienes que estar segura de que indudablemente sea un sangre limpia.

- Con buena fama – añadió Anastasia.

- Con un buen apellido – agregó Isabella.

- Guapo – dijo Rosalie.

- Y elegante – completó Millicent.

- Sólo os falta decir que tenga una enorme fortuna – dijo Laura, echando a andar.

Chrystalle chasqueó los dedos.

- ¡Eso! ¡Ya sabía que se nos olvidaba algo!

- Con tantos requisitos nos costará encontrar al adecuado, ¿no? – dijo Laura.

Millicent negó con la cabeza rápidamente. Chrystalle sacó un trozo de pergamino de su mochila y una pluma, y empezó a escribir como una loca. Laura siguió andando. Prefería no saber qué nombres estaban apuntando.

*****************************************************************************

Los días siguientes fueron un verdadero horror para Laura. No le hubiera importado si las chicas simplemente propusieran candidatos, pero prácticamente la obligaban a quedar con ellos para decantarse por uno.

- Avery te espera hoy después de la cena en el vestíbulo – le dijo Isabella a Laura una mañana.

- ¿Qué? – exclamó Rosalie -. Pero si Avery no viene de una familia muy distinguida. Y no tiene mucha fama. Ni siquiera es muy guapo.

- Cuidado con lo que dices de él, que es mi primo – le dijo Isabella a Rosalie, entornando los ojos.

Laura contuvo un suspiro y se levantó con ellas para dirigirse a las clases. ¿Por qué tenía que ser precisamente ese día? Se había propuesto ir después de las clases de por la tarde a la biblioteca, para seguir buscando la manera de volver a su tiempo. Sin embargo, no tenía otro remedio.

Decididamente, el tiempo no estaba de su parte. Como suele ocurrir, el tiempo suele correr más rápido cuando uno quiere que vaya más lento. Y eso es lo que ocurrió en las clases de ese día y en la comida.

Antes de que se diera cuenta, ya habían terminado las clases de por la tarde. Las chicas prácticamente la arrastraron hasta la sala común de Slytherin. Después de un rato de meditaciones y de decisiones, Laura acabó vestida con una falda de cuero muy corta para su gusto de Rosalie, un jersey rojo con mucho escote de Chrystalle, unos pendientes y un colgante que tenían pinta de ser muy caros de Anastasia y con la larga melena castaña completamente rizada en un semi-recogido, obra de Millicent. Después de la sesión de maquillaje dirigida por Isabella, Laura se miró al espejo.

Sintió como el mundo se le venía abajo. ¿Cómo demonios iba a ir hasta el vestíbulo? Si ya solía llamar la atención, no era muy probable que su aspecto contribuyera a que pasara de forma discreta.

Isabella miró la hora.

- Ya es hora de que vayas yendo.

Sabiendo que con ellas no le valdría de nada rechistar, salió del dormitorio y atravesó la sala común lo más rápido que pudo. Para suerte suya, la mayoría estaban aún cenando en el Gran Comedor.

Llegó al vestíbulo en el mismo momento en que Avery salía del Gran Comedor. Avery la miró de arriba abajo sin disimular y abrió la boca, pero Laura se le adelantó.

- ¿Adónde vamos? – le preguntó rápidamente.

- Al lago. No has cenado nada, ¿verdad?

Laura negó con la cabeza, deseando que el tiempo siguiera pasando tan aprisa como había pasado por la mañana.

- Perfecto. He metido aquí todo lo que he podido.

Avery le mostró una mochila que llevaba al hombro. Los dos salieron del castillo y se dirigieron hacia el lago. Se detuvieron a la sombra de unos árboles. Avery sacó de la mochila un mantel y lo extendió en el suelo. Laura miró a su alrededor mientras Avery sacaba la comida. Hacía una noche bastante buena. El cielo aún seguía azul, aunque empezaba a oscurecerse. Apenas había viento, y las hojas sólo se movían mecidas por una ligera brisa. La superficie del lago estaba completamente calmada.

Avery se sentó sobre el enorme mantel y le sonrió.

- Traje un poco de todo.

Laura se sentó enfrente de él y empezó a comer. Después de un rato, le quedó muy claro que por nada del mundo iría a la fiesta de Slughorn con Avery. Fue la comida más incómoda de toda su vida; en vez de comer, Avery no dejaba de mirarla con una sonrisa que a Laura no le gustaba nada.

- He oído que Slughorn te ha invitado a una fiesta de disfraces – dijo Avery por primera vez desde que habían empezado a comer, o mejor dicho desde que Laura había empezado a comer.

- Sí – dijo Laura, con ganas de darse cabezazos contra un árbol. Si Avery le decía directamente que a él no le importaría ir con ella, ella no podría decirle directamente que no. Era el primo de Isabella…

- ¿Y ya tienes pareja?

Laura negó con la cabeza.

- Lo decía porque… bueno, si tú quieres…

Laura se levantó de un salto, impidiéndole terminar.

- Eh… Me ha parecido ver salir del agua… algo, como un tentáculo - dijo Laura, tratando de cambiar de tema.

Avery miró hacia el agua, cuya superficie seguía tan lisa y calmada como siempre, y volvió a mirar a Laura.

- ¿Estás segura? El agua está muy tranquila.

Laura casi podía oír el apresurado movimiento de sus neuronas. Avery sonrió.

- Bueno, volviendo a lo que te estaba diciendo…

- Puede que haya sido una alucinación… - dijo Laura en voz muy alta, sin dejar de mirar el agua, como si no hubiera oído a Avery -. Si te digo la verdad, me encuentro un poco mareada. Creo que iré a la enfermería.

Avery se levantó rápidamente.

- Te acompaño.

- ¡No! – exclamó Laura -. No hace falta.

- ¡Claro que hace falta!

- De verdad, puedo ir yo sola…

- ¡He dicho que te acompaño y punto!

Avery lo dijo en un tono tan decidido que Laura se rindió. Definitivamente, si existiera un ranking del “chico más pegajoso de Slytherin”, Avery ocuparía el primer lugar.




¿Qué tal?

Besos

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MensajeTema: Re: "Tiempo lleno de leyendas, ¿leyendas llenas de tiempo?"   "Tiempo lleno de leyendas, ¿leyendas llenas de tiempo?" Icon_minitimeMar Sep 01, 2009 10:44 am

Disclaimer: Muchos de los personajes y lugares pertenecen a J.K.Rowling (existen excepciones).

Capítulo 6:

- ¡Eh, mirad! Aquí viene algo del tiempo… Ah, no. Sólo dice que según Fornuk el Risitas el tiempo es una broma de la existencia.

Hermione cerró el libro que había estado hojeando y lo dejó en la pila en la que iban dejando los que descartaban, la cual tenía el triple de libros que la que aún les quedaba por revisar.

- ¡Eh, en el Diccionario de Términos de Cualidad Mágica viene una definición de tiempo! - dijo Ginny -. El tiempo es algo demasiado complejo como para describirlo en una sola definición. En la actualidad hay muchas definiciones; unas dicen que es algo completamente real y manipulable desde la existencia del giratiempo, otras dicen que es algo real pero sumido en leyendas (tal y como relatan las “Leyendas legendarias”, del vampiro enano y chiflado Edmund Blood-Pott, de cuyo libro sólo queda un ejemplar).

- Vaya… - murmuró Luna, que parecía tremendamente interesada -. ¿Dónde estará ese libro? Si pudiéramos conseguirlo…

Hermione bufó, pero no dijo nada. Ella sólo creía en las cosas que podían demostrarse o que los profesores decían que eran ciertas. Consideraba las leyendas el producto de la imaginación de unos cuantos magos y brujas que se divertían haciendo creer a la gente que lo que contaban era cierto.

- Me parece que no nos será muy fácil – dijo Ginny.

Hermione miró a Ginny con los ojos muy abiertos.

- ¿Es que tú te crees esas chorradas? Simples leyendas… Y si ya al vampiro que las escribió se le consideraba chiflado…

- A mí también muchos me consideran chiflada – dijo Luna, con tranquilidad.

Hermione abrió la boca, pero no sabía qué decir.

- Y las leyendas existen. Cuando tenía diez años fui con mi padre a Nueva Zelanda y descubrimos la guarida de un jartrut orejudo, y son leyenda.

Hermione miró a Ginny, como pidiéndole ayuda.

- Llevamos casi dos semanas buscando sin parar – empezó Ginny -. Nos hemos leído casi toda la biblioteca y no hemos encontrado nada. Por intentar averiguar el paradero de ese libro no perdemos nada. Es lo único que tenemos. Además, recuerda que la leyenda de la cámara de los secretos era cierta.

Hermione suspiró.

- Bueno, sí, puede que tengas razón. Pero en el diccionario pone que sólo hay un ejemplar. Podría estar en cualquier parte.

- No tenemos otra opción – dijo Ginny -. A no ser que cuentes como opción quedarte en el pasado para siempre.

En ese momento, oyeron un ruido. Las chicas se sobresaltaron y miraron a su alrededor. Lily estaba tirada en el suelo. A su lado había una pila de libros desmoronados. Lily no paraba de agarrarse el tobillo.

- Lily, ¿estás bien? – le preguntó Hermione rápidamente, yendo hacia ella.

- Me duele el tobillo… - Lily miró con furia el montón de libros con el que había tropezado -. ¡Si supiera quién ha dejado esa pila de libros ahí…!

Hermione frunció el ceño; no recordaba haber dejado ahí esa pila. Sin embargo, tampoco recordaba haberla visto al llegar. Aunque también habían revuelto tantos libros que sería normal que no se acordara. Se acercó más para ayudarla a que se pusiera de pie, pero entonces llegó James.

- ¡Lily! ¿Qué ha pasado?

Lily miró a James con cansancio.

- ¿Cuántas veces te voy a tener que decir que para ti soy Evans?

Sin hacerle caso, James se arrodilló a su lado y empezó a tocarle el tobillo. Lily gritó de dolor, empujó a James y volvió a agarrarse el tobillo.

- ¡Eres un animal, Potter!

- Lo sé… Quiero decir, te has torcido el tobillo. La señora Pomfrey te lo arreglará en un periquete. Te acompañaré.

- ¡Ni hablar! – gritó Lily -. ¡Tú no me vas a acompañar a ningún lado, Potter!

Hermione, Ginny y Luna se miraron, sin saber qué hacer. ¿Debían de dejar que James la acompañara, sería eso relevante para su futura relación? ¿O debían acompañarla? Hermione dio un paso hacia delante.

- Nosotras te acompañaremos, Lily.

Ginny y Luna le dirigieron a Hermione una significativa mirada. Hermione no las miró, pero dijo:

- Al fin y al cabo, nosotras hemos sido las causantes de que te hayas caído – Hermione miró de reojo a sus amigas, que parecían haberlo comprendido.

Entre Hermione y Ginny ayudaron a Lily a levantarse. James intentó sujetarla en varias ocasiones, pero Lily se lo impidió dirigiéndole miradas asesinas. Luna agarró sus mochilas y salieron de allí despacio. James las siguió.

Estaban casi en la enfermería cuando Sirius salió por una puerta y se dio de bruces contra Luna.

- ¡Upps, lo siento! – se disculpó Sirius rápidamente, y se giró hacia James -. ¿Qué estás haciendo? Tenemos planes… ¿recuerdas?

James abrió la boca para protestar, pero volvió a cerrarla.

- Se me había olvidado… Con el tropiezo de Lily…

- ¡Vete! – le gritó Lily, que parecía contenta de que por fin James pretendiera irse.

- Ya nos veremos mañana, Lily – se despidió James, echando a correr por el pasillo con Sirius.

- Sí, en mis pesadillas… - murmuró Lily.

Por fin llegaron a la enfermería. Remus estaba sentado en una camilla mientras la señora Pomfrey le sacaba de la boca un enorme termómetro. Comprendieron entonces cuáles eran los planes a los que se había referido Sirius; debía de haber luna llena esa noche. La señora Pomfrey levantó la vista cuando las vio entrar.

- Siéntese, señorita Evans. Enseguida estaré con usted.

Hermione, Ginny y Luna ayudaron a Lily a sentarse en una camilla. Oyeron murmurar a la señora Pomfrey:

- Llegó la hora, señor Lupin.

En ese instante se abrió la puerta, y las chicas se quedaron sorprendidas al ver entrar a Laura con Avery. Laura las miró.

- ¿Qué hacen aquí? – les preguntó la señora Pomfrey.

- Laura se encuentra un poco mareada, señora Pomfrey – dijo Avery -. Si pudiera darle algo…

- Tendrán que esperar un momento – les dijo la señora Pomfrey -. Señorita Swan, puede sentarse en una camilla.

La señora Pomfrey salió de la enfermería seguida por Remus. Sin dejar de mirar a sus amigas, Laura fue hacia la camilla que había ocupado Remus, pero Avery la condujo hasta otra camilla y, después de dirigirle una desagradable mirada a Lily, echó la cortina.

Hermione miró a sus amigas. Necesitaban hablar con Laura acerca de lo poco que habían encontrado en la biblioteca. A Hermione se le ocurrió una idea.

- Espero que la señora Pomfrey no tarde mucho “tiempo” – dijo Hermione en voz muy alta -. Nosotras tenemos que seguir con lo nuestro, ¿verdad, chicas?

- Si tenéis prisa, podéis iros – dijo Lily.

- Eh… No, esperaremos.

- De todas formas – dijo Ginny, que parecía haber comprendido la intención de Hermione, también en voz muy alta -, no sabemos cómo seguir. Sólo hay un libro que nos puede ayudar, pero no sabemos donde está.

Las chicas percibieron una débil tos al otro lado de la cortina.

- ¿Qué libro es? – preguntó Lily.

- Creo que se titulaba “Leyendas legendarias”, de un tal Edmund Blood-Pott – comentó Luna, como si lo que dijera no tuviera mucha importancia.

- ¿Para qué necesitáis un libro de leyendas? – les preguntó Lily.

- Eh… para contrastar algo que dijo el profesor Binns hace un par de días – se inventó Ginny -. Para comprender algo mejor una cosa que explicó…

- Sí, y yo las estoy ayudando – explicó Hermione -. El caso es que no hay forma de que el libro aparezca.

- Si os digo la verdad, a mí no me suena ese título de nada – dijo Lily, con el entrecejo fruncido. Las chicas no sabían si era por extrañeza o por el dolor -. Y muchas veces he ayudado a la señora Pince a colocar libros.

- Bueno, en la biblioteca hay miles de libros – dijo Luna -. Es imposible recordar todos los títulos.

- Y ahora nos toca a nosotras buscar entre todos los libros – dijo Ginny -. Es casi vital para nosotras encontrarlo.

*****************************************************************************

- Esto está siendo más difícil de lo que pensaba.

- ¿El qué? – dijo Laura, sacudiendo la cabeza para volver a la realidad. Desde el día anterior, apenas podía prestar atención a lo que hacía. No dejaba de pensar en el título que podría solucionarlo todo.

- Conseguirte una buena pareja para la fiesta - murmuró Chrystalle, tachando el nombre de Avery de la lista que había preparado -. Sólo quedan tres de los quince candidatos que había.

Isabella miró con los ojos entornados a Laura.

- ¿Mi primo no te comentó nada acerca de la fiesta?

- Eh… sólo dijo que había oído que estaba invitada – mintió Laura, bajando la vista.

- Vaya, por la reacción que tuvo cuando le dije que haría que fueras a la cita, creí que te pediría que fueras con él.

Laura se encogió de hombros.

- ¿Qué candidatos quedan? – preguntó Anastasia, echándole un vistazo a la lista, y después miró a Laura con los ojos muy abiertos -. ¡No me lo puedo creer! ¡Has dejado a los mejores para el último momento!

“Tiene razón, ¿cómo he podido dejar a esas joyitas en último lugar?”, pensó Laura con sarcasmo.

- Rabastan no está nada mal – continuó Anastasia -. Si su familia no fuera tan exigente con los requisitos que habrá de cumplir su futura esposa, no dudaría en estar interesada en él. Pero los Lestrange le dan mucha importancia al apellido. Tú no tendrías ningún problema, Laura.

- Barty Crouch tampoco está mal; es encantador y muy guapo – comentó Rosalie -, y no tienes que dejarte engañar por su familia; aunque son traidores a la sangre a más no poder, Barty es justamente lo contrario, y es muy respetado entre los mortífagos.

Así que Barty Crouch ya era mortífago…

- Pues a mí me gusta más Regulus – dijo Chrystalle -. Es guapo, el único heredero de la fortuna familiar, elegante, tiene un buen apellido y fama, y es el buscador del equipo de quidditch.

Laura no dijo nada. ¿Qué prefería elegir: el cuñado de la asesina de Sirius, uno de los que habían torturado a Frank y Alice Longbottom o el hermano mortífago de Sirius? No lo tenía muy claro… Lo que sí que tenía claro es que tenía que procurar encontrar ese libro cuanto antes. Y tenía una ligera idea de por dónde comenzar…


Última edición por Mafalda Prewett el Mar Sep 01, 2009 10:46 am, editado 1 vez
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Mafalda Prewett

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MensajeTema: Re: "Tiempo lleno de leyendas, ¿leyendas llenas de tiempo?"   "Tiempo lleno de leyendas, ¿leyendas llenas de tiempo?" Icon_minitimeMar Sep 01, 2009 10:45 am

*****************************************************************************

- ¿Ves algo, tesoro?

La señora Filch miró a su amo con sus ojos felinos y maulló ligeramente. El conserje salió de la biblioteca refunfuñando, como enfadado por no pillar a ningún alumno fuera de sus dormitorios. Su gata le siguió.

Después de un minuto, Laura salió silenciosa y cautelosamente de detrás de una estantería de la sección de Invisibilidad. Atravesó varias secciones de puntillas y llegó hasta la verja que separaba las secciones permitidas a los alumnos de la Sección Prohibida.

- Alohomora.

La verja se abrió lentamente. Laura entró en la Sección Prohibida y recorrió varios pasillos hasta llegar a una sección dedicada al tiempo. Hizo que en la punta de su varita apareciera una pequeña luz que le servía para leer los títulos en aquella oscuridad. Acercó su varita a los libros.

Después de diez minutos no había encontrado el libro que buscaba. Entonces oyó unas pisadas detrás de ella. Se dio la vuelta y levantó la varita, pero era demasiado tarde.

- Expelliarmus.

La varita de Laura saltó por los aires.

- ¿Deambulando por los pasillos, Swan? – distinguió la voz de Sirius.

Laura suspiró.

- ¿A ti qué más te da, Black?

- No del todo. Los Slytherins no van mucho con las normas, pero en los seis años que llevo aquí sólo he visto a un Slytherin vagando por ahí.

Laura supuso que se refería a Snape. Ya debería de haber descubierto que Remus era un licántropo.

- ¿Qué estás buscando aquí, Swan?

- ¿Acaso te he preguntado yo lo que estás buscando tú?

Sirius alzó un poco más la varita, pero no le dio tiempo a hacer nada.

- ¿Quién anda ahí? – oyeron la voz de Filch.

Laura aprovechó la distracción de Sirius para lanzarse a por su varita. Cuando sus dedos se hubieron agarrado firmemente alrededor de la madera, Sirius la agarró con fuerza y tiró de ella hacia atrás. Laura intentó resistirse, pero Sirius era mucho más fuerte que ella.

Sirius le tapó la boca y la hizo retroceder con él por uno de los pasillos. De pronto se toparon con el camino que habían tomado cerrado por una estantería. Sirius alzó su varita y murmuró:

- Dissendio.

La estantería se apartó silenciosamente hacia un lado, dejando al descubierto unos escalones que se perdían en la oscuridad. Sirius obligó a Laura a meterse por el agujero. Cuando los dos pisaron los escalones, la estantería volvió a cerrarse.

- ¿Qué…? – empezó Laura.

- Sshh.

Bajaron por los escalones y llegaron a una estancia redonda. En la pared había una antorcha encendida, la cual permitía distinguir una breve parte de la habitación. El suelo, de piedra, estaba cubierto en su mayor parte por una alfombra roja. Había un enorme sofá y varios sillones. Parecía una especie de sala de estar.

Laura se giró hacia Sirius.

- ¿Por qué no lo has hecho? – le preguntó a Sirius.

- ¿El qué?

- Permitir que me pillaran.

- Umm, ahora que lo dices… Claro, si te hubiera dejado ahí, tú no le hubieras dicho a Filch que yo también estaba ahí, ¿no? - dijo Sirius.

Laura miró hacia los escalones por los que habían bajado, y después miró a Sirius, quien se había sentado en el sofá.

- Supongo que para salir de aquí sólo está la entrada por la que hemos entrado.

- Supones bien – dijo Sirius, bufando -. Nunca creí que tuviera que vivir esta pesadilla.

Laura frunció el ceño.

- ¿A qué te refieres?

- Estar encerrado con una Slytherin.

- Si tan inaguantable te parece la idea, ¿por qué no me atacas?

Sirius se volvió hacia ella y levantó la varita con rapidez. Laura se apartó justo a tiempo; detrás de ella uno de los sillones quedó colgado del aire boca abajo. Antes de que Sirius volviera a apuntarle, Laura levantó su varita.

- Expelliarmus.

La varita de Sirius salió volando hasta el otro extremo de la estancia. Laura siguió apuntándole, pero no le lanzó ningún hechizo. Después de unos segundos, Sirius empezó a reírse.

- ¿De qué te ríes? – le preguntó Laura lo más secamente que pudo.

- ¿No me atacas?

Laura no respondió. Sentía tantas ganas de atacarlo como de casarse con el calamar gigante.

- ¿Tan irresistible soy que hasta una Slytherin se siente atraída por mí?

Laura notó como se ponía roja; de rubor y de enfado. Jamás se había imaginado que Sirius fuera tan creído de adolescente. Después sonrió ligeramente.

- A lo mejor eres tú el que se siente atraído por mí.

- No lo creo – dijo Sirius, aún entre risas.

Laura alzó una ceja.

- ¿Seguro?

Efectuando disimuladamente con la muñeca un giro que había aprendido años antes, Laura susurró sin apenas mover los labios “¡Accio Sirius!”. Sirius atravesó la estancia como arrastrado por una fuerza invisible y acabó chocando con Laura. Los dos cayeron sobre un sillón, Sirius encima de Laura, con los rostros muy pegados.

Sin darse cuenta de cómo había empezado todo, Laura se encontró besando con frenesí los labios de Sirius, desabrochando con violencia cada botón de su camisa. La camiseta de Laura salió volando por los aires cayendo sobre la única antorcha, dejando la habitación a oscuras.




¿Qué os ha parecido?

Besos

Laura
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